Centro Arte Alameda

Ignacio tiene todo preparado. En unos minutos más la Coté llegará prístina y sonriente a su lado, en el interior del Centro Arte Alameda. Ambos quedaron en ver el filme Once, por la historia romántica, en el caso de la Coté, y por las emotivas canciones de la banda sonora, en el caso de Ignacio. Todo será perfecto. Muchacho y Muchacha solos en la oscuridad cinematográfica para sellar la amistad de días atrás, cuando en un divertimento nocturno, ella quiso bailar con él unos lentos en medio de la celebración. Tacto y contacto oscilaron entre baladas románticas hasta concordar este encuentro de película. Y aquella sensación de enlazar con un otro todavía persiste en Ignacio, mientras observa los segundos pasar en el reloj de su celular. Rebobina memoria para visualizar fotogramas que trasluzcan la belleza de la tierna morena. Pero ni eso ayuda a materializar su presencia. Un aseador del lugar observa la preocupación del muchacho y piensa en otro final triste, otro más. Ignacio recibe la mirada del empleado, observa la vaciedad del sector de boletería y con las entradas en mano decide concretar lo proyectado. Play en la historia y un plano general muestra a un cantante callejero desgarrándose la voz por comunicar una melodía de amor. Ignacio aprecia el esfuerzo del personaje por tratar de conectarse con él, pero es inútil. Sentimientos espurios interrumpen el relato de ficción y el real… Él y su coprotagonista comienzan una relación durante 90 minutos. Prolongación temporal que provoca la emoción contenida de Ignacio. Recuerda la promesa, la sonrisa destellante, con la misma intensidad que expone el desvanecido a blanco del encuadre final. Igualmente al brillo expandido por la silueta de la Coté cuando corre desesperada para abrazar a Ignacio en plena salida. Lagrimas inundan vacilaciones y el replanteamiento es dual.

Dilema actual

-¿Tocar, es sólo ejecutar el sentido del tacto?

Esa es la pregunta que me hago cuando leo la definición oficial de la palabra en la RAE de Internet. No será algo más… Sentir una mano mientras otra la entrelaza con fuerza y pulsión… Habrá un cierto traspaso afectivo cuando dos personas se tocan. O sólo es uno de los cincos sentidos que el sistema nervioso de nuestro cuerpo es capaz de rastrear. Y por qué es que ya no puedo siquiera percibir eso ahora. Por qué. Acaso me convertí en objeto. Adiós al sujeto que tengo dentro, al alma del religioso y a la conciencia del psicólogo. Inerte, me trasmuto. Y de eso estoy seguro, pues ya no siento. ¿O será lo contrario? ¿Sempiterna sensibilidad?