Incompatibilidad


Caminamos sin apuro. La ciudad no habla, duerme. Los primeros rayos de sol abrigan cada paso mientras me mantengo atento a lo que Nicol comenta. Hace más de un año que lo fortuito y lo decisivo alargó las distancias sin retomar nuestra incipiente amistad. Sin embargo, las festividades navideñas provocaron un recuentro. Aquel que prolongamos con alcohol en nuestra sangre, horas de baile y conversación en nuestros músculos cansados, y escenas memorables a medida que cruzamos una que otra mirada. O por lo menos, eso me pasa a mí. Rebobino y pongo atención a atesoradas nimiedades: sus ojos empequeñecidos con cada roncola ingerida; la prístina satisfacción con cada gesto risueño; su tierno bamboleo con cada tonada musical; o sentir esa tomada de mano, en cierto pub de la capital, cuando quiso guiarme al escenario para escuchar el karaoke de turno. Momentos que la ilusoria unidad entre el norte y el sur impide realizar, pero que la fecha 25 del 12 permitió esa llamada second chance. Por lo mismo, percibo con agrado, ya en un nuevo día, que sigo un camino con ella… Uno nuestro… Aunque sólo sea a su casa y por un lapsus corto, pues pronto desaparecerá.

Nicol me mira y sonríe; observa la solitaria plaza y gesticula alegría; se aferra a mi chaleco, para evitar la entrada de la brisa madrugal, y expone ternura tal como un inocente peluche de felpa. Presencia completa e impagable que se asemeja más a un evento ficticio que a uno real, ya que Nicol contiene su propia cotidianidad, una con proyección laboral y plenitud provincial, cimentada en un otro y no en un yo. Incompatibles, prefiero categorizar… Y seguir haciéndolo. Sobre todo cuando estamos a metros de su hogar. Y no es por la edad ni menos por la distinta regionalidad. Simplemente no llegue a tiempo, o ella tampoco quiso dárselo, o ambos desistimos. No sé ¿Para qué pensar? Prefiero regocijarme con este momento eventual. Mirar. Escuchar. Y sentir cercanía. La suya. ¿Necesito algo más? Estamos en nuestra escena i-real.

Y sin darnos cuenta, estamos en el frontis principal. Ella me abraza y me congelo. Mutismo total. Trato de aferrar, de completarme con ella. El calor corporal es mutuo, es real. ¿Hay posibilidad? Tal vez esa interrogante y otras más, de un año duro y crudo, no valgan la pena. Por lo menos durante estos segundos de proximidad. No más kilómetros de separación. Nicol está presente, latente. Palpo su cuerpo antes que se desvanezca y se transporte, sin escalas, a la tierra de campeones, donde una de mis más apreciadas añoranzas existe; es de carne y hueso, directa, honesta, radiante y llena amor, y con misterios por develar ¡Maldita incompatibilidad!