Cifra incontable

Fabián amanece pensando en vender, vender, vender. Ya sea en las calles o en las micros. Busca apetitos y logra satisfacciones dentro del consumo capitalino por golosinas varias. Para Fabián es un trabajo honrado, respetable. Ilegal tal vez, pero con un con un fin mayor, por sobre la ley: alimentar a su hijo y a su mujer. Ambos populan en bancas o plazas, mientras el padre trata de proveer. A veces no alcanza para abastecer, pero ahí se las arreglan, entre restos de basura y la solidaridad voluntaria del otro, en monedas de un peso o de diez. Pero cuando eso no sucede, la familia Chilena tranquiliza su hambre con pedazos de chocolate y resto de maní. A otra cosa me dedicaré, concluye el padre, mientras la noche esconde la sombra que proyectan los tres.

2 comentarios:

El Eternauta dijo...

Gracias Yomi.
Tu pluma tambien se vuelve cada vez más mágica, encaminandose cada día más al verdadero Tomás Literario

Javier dijo...

Nice last picture.
Silla around!