Veterano encuentro



Aurelio se encuentra frente a un cruce con cuatro rutas posibles: los respectivos puntos cardinales, en piso de ripio y sin límite alguno, aun cuando el crepúsculo diga lo contrario. El sol cae en otro sueño nocturno y Aurelio debe decidir a dónde ir. Con maleta en mano y una Chevrolet LUV fuera de servicio, este octogenario busca que el azar le dé una mano. Alguna señal que le permita aventurarse. Dejar el traje de viudez y renacer. Volver al mundo, salir de la cotidianidad y realizar un deseo: viajar. Periplos donde el tiempo no sea una hoja de ruta; más bien que se convierta en una mera herramienta de orientación. Cuántos días, meses o años pasen realmente no importan, pues lo que trasciende son las experiencias. Lo que queda impregnado bajo arrugas remarcadas y blanca cabellera. Extractos de la vida que permanecen en uno hasta el final.

Mariela añoraba travesías como las que su acompañante está dispuesto a comenzar, pero un gastado corazón dejó de latir. Emociones posteriores a un prolongado y sufrido acto de vejación, terminaron por expirar el último aliento de la bella anciana. Tiesa y fría no alcanzó a despedirse. El adiós lo entregó Aurelio luego del funeral como único acto de presencia. Palabras escaseaban, un cálido beso de ella también.

Al abrir los ojos en medio de este inhóspito cruce, Aurelio vuelve a pronunciar la misma despedida a través de una caminata constante. Dirige la vista en lo que queda del horizonte y toma uno de los cuatro caminos. ¿Cuál será? Eso poco interesa, pues quién sabe si se encuentran con este paseante. Yo lo hice. Por qué ustedes no.

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