Yo todavía estoy aquí


Inspirado en un video clip, con el mismo nombre pero en ingles, hecho por Eddie Vedder…


Una noche de verano, en su lugar de trabajo, ella y yo nos juntamos:

Después de 60 días, me dijo con honestidad:

- Tome una decisión. Creo que deseo ver a otras personas...

Y yo repliqué:

- Entonces mira a tu alrededor... Están en todas partes.
- No sé... Lo que pasa es que estoy confundida.
Yo la miré... Ese albo rostro de niña y esa sonrisa constante, y le dije:
- Cabra… Únete al club.

24 años, sin carrera terminada y sin trabajo… Una crisis de mediana edad. Pero ahora te llega cuando eres joven.

-Un presente no tan alentador, pensé.

Y eso fue todo. Habíamos terminado. El último encuentro y nada más.

Horas más tarde, la llamé al celular y no contestaba. Volví a hacerlo y el único sonido que me contestó fue el maldito tono, una y otra vez. El proceso ya había comenzado. Sólo esperaba que pasara rápido.

Lo aseguro, esa noche me estaba carcomiendo por dentro. Todo era nublado, incierto.

Un amigo me llamó por una fiesta y sin saber lo que me estaba pasando me dijo:

- Sólo sé sincero.

Sincero…

Y con esa palabra me di cuenta de una penosa realidad, debo admitirlo. El enunciado más apropiado para sintetizar mi dilema.

Sin embargo, yo todavía estoy aquí… Y pequeño. Sintiéndome tan pequeño.

Entonces, ¿por qué esta rotura que siento es tan grande?

Aun cuando en las calles de Santiago todavía se puedan encontrar bellos árboles creciendo entre el pavimento, y el aire estival todavía logre separar los sucios gases para deleitarnos con un celeste y brilloso cielo, yo sigo perturbado… Porque todo lo que veo a mi alrededor me recuerda a ella.

Desde que la conocí, nunca pensé que podría decir cosas malas en su contra... Hasta ahora... pues ya no estamos juntos y no podría oírme, aunque no creo que le importaría tampoco... ¿Bastaría con eso?

Y yo todavía estoy aquí.

De modo que dentro de un mes… O doce, creo, estaré en una juntada con mis amigos, tomándome una piscola y riéndome de un estúpido chiste o una estúpida cosa, y de la nada me veré alejado del jolgorio del momento, fuera de ese presente, para ser succionado por un inexperimentado hermetismo hasta el oscuro fondo. Y no pasarán más que unos segundos para volver sentir de nuevo. Allí todo es más claro y seguro. Tengo los pies descalzos y el sonido del mar se conecta con la marea para refrescar las puntas de mis dedos. Y en la distancia observo la figura de una mujer, desnuda y oculta bajo su propia sombra. Entonces, me detengo, me arrodilló y me digo a mí mismo:

- Mi nuevo hogar…

O eso pensaba hasta que vuelvo a respirar, algo más sobrio, el escenario de la juntada. Luego tomo mi piscola y bebo hasta que el hielo y la rodaja de limón toquen mi labio. Sin dejar nada, ni una gota de olvido. Después veo a Santi haciendo de barman y pido otra más.

Y eso es todo por ahora… Lo siento. Nunca he sido bueno para los finales felices. Menos por estos días.

Saludos.

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