Intranquilidad

-¿Dónde está?- se pregunta Diego cuando cae la noche en la ciudad.

El celular no lo contesta. En casa, le dicen que salió a medio día y aún no llega. Los amigos cercanos no tienen información de su paradero y eso frustra. Diego sabe que lo olvidaría, pero no tan pronto. Menos ahora, cuando más la necesita. La desaparecida provoca angustia en el muchacho, ansias de saber lo que le pasa, qué es lo que piensa: ¿ A quién quiere? Una sensación de completa separación que entristece falsas esperanzas, pues puede decirse que ya eligió. Y Diego no fue el indicado. Desilusión mayor.

Suena el teléfono.

La voz aguda y silenciosa se escucha por el auricular.

-Disculpa, pero mi mamá estuvo internada en la clínica por una gastritis aguda y me quedé con ella toda la semana. No quise preocuparte. ¿Estás bien?

Diego no tiene palabras para responder. Pensativo, el muchacho comienza a gesticular una nueva sonrisa. Y resucitan las ilusiones de posible retorno y los sueños de un regreso. Se han comunicado, nuevamente. ¿Hasta cuándo? Nadie sabe. Sólo el tiempo y la in-seguridad lo dirán. ¿Ilusión dañina o aferramiento trascendente? ¿Amistad o algo más?

No hay comentarios: