Miradas

Ella cuando te mira, no trata de parecer coqueta, insinuante… obvia. O muy por el contrario expresar desinterés o apatía. Nada de eso. Ella quiere sólo mirarte. No piensa, no titubea. Llega a un lugar y lo hace. Sus verdes oculares observan el lugar hasta posarse en alguien. Y valga a saber el de Arriba cuánto quiero ser el escogido. Esta noche y no otra. El por qué no importa contarlo. Lo interesante es saber el cómo... Eso creo.


Hace un rato que la estoy observando. Ella conversa con un amigo. Ambos toman unas piscolas. El volumen de la pachanga retumba las ventanas del living y la fiesta en casa de Pancho sigue su curso, con un rumbo de etílico divertimento. Siento que la conozco. A ver, me explico. No sé quiénes son sus padres, si tiene hermanos o hermanas, ni mucho menos qué películas le gustaría ver o cuáles lugares quisiera visitar. Pero ahí está el interés, la atracción; en saber, si se puede, en esas cosas y muchas otras. El por qué no inquieta, en vez, pasa a segundo plano. La indescriptible necesidad por mirarla genera esa atrayente seducción. Las preguntas o dudas quedan fuera de órbita. Y me da el impulso para acercarme; tomarla de la cintura y verla, sentirla… Tenerla.


“Ensueño”, dirían por ahí.


No razono qué tipo de objetivo general, específico o siquiera significativo podría articular para argumentar mi elección: ella y no otra. La única certeza que tengo que está ahí, a metros de distancia; bella con sus lizos-rulientos cabellos tomados, vestida con atuendo que se impregna en su curvilínea figura y bañada en una tez morena; y de improviso deja de conversar con mi amigo, queda solitaria al lado de una decena de jóvenes bailarines de fin de semana, a la espera. Me acerco; respiro profundo. Ella me mirar y yo también. Sé que me reconoce de la universidad y quizás ella piense algo parecido. Llego a su lado y saludo. Hablamos. Sus expresiones tienen un dejo de timidez barnizada de ternura, algo de pícara alegría y resguardo femenino. La escucho: lo que más me gusta hacer. Existe comunicación: un entendimiento de mensajes físicos y verbales. Conectamos. Reímos y nos tiramos tallas. Y bailamos. Ya sea entre otras amistades (siempre), solos o con interrupciones, pero no paramos. Quizás sea la aceleración hormonal producida por las piscolas o tal vez tengamos cosas en común; o en una de esas exista algo más... O nada. Simple y directa ilusión personal.


Eso perturba.


Termina el autoimpuesto toque de queda. Es la hora y ella debe irse. La acompaño a su auto. Nos abrazamos con tono de despedida. Darle un beso pasa por mi mente, sin embargo, no se da el momento. Mejor dicho, no está la valentina. Pero sí está la emoción de ese encuentro físico, íntimo. Ella sube al vehículo y, tras el empañado vidrio, me mira con sus verdes oculares. Placer distinto; ósculo consumado.

El auto se retirar a gran velocidad cuando el sol aún no sale y la nublada-fría-noche cala hondo en aquella intrigante atracción.


Espero… ¿Dejo que pase o arriesgo?