Acompañante


La vi, y algo me produjo. No sé si fue la sonrisa de fotografía o su pelo liso y negro. O quizás fue su atrayente personalidad. Mmm. Tal vez fue todo… Pero ya no importa. Porque lo que vale es que me encontré con ella en el lugar más inesperado (mi casa durante una fiesta) y ahí supe. Tenía que insinuarlo, y simplemente le dije:

- ¿Y si vamos juntos?

- No sé… En una de esas… ¿Quién sabe?-
enunció con rapidez cuando se dirigía al auto de su amiga para volver a su casa, tal como una cenicienta, antes de la medianoche. Aunque eran como las cuatro de la mañana, eso sí.

Y el azar comenzó. Los dados se lanzaron y las acciones efectuaron el curso natural de la vida para re-conectarnos por medio de una llamada telefónica.

- Déjame pensarlo…- declaró por la otra línea.

Pasó un día o dos, y la conversación de minutos permutó en una segunda de casi una hora. Nos conocimos un poco. Comentamos historias familiares y amorosas entre risas, silencios y respiros. La sensación era cautivadora. Éramos dos personas que probablemente nunca se hubieran hallado, pero que en ese momento supimos abrirnos en busca de mutua comunicación. La lejanía se convirtió en comodidad y lo desconocido transmuto en seguridad. No hay necesidad de mentir, ¿para qué? Éramos extraños en proceso de conocernos. No había motivo para engañar al otro si finalmente el reencuentro sería incierto. Sin embargo, todo cambió.

- Pero obvio que quiero ir contigo. ¿Por qué no? Si un matrimonio siempre es entretenido.

Y al decir esas palabras, se abrió una puerta de confianza. O más bien de voluntad. Iríamos a un lugar, juntos. En dualidad. Dos, y no uno. ¿Comienzo de una amistad o sólo buena onda? Esa era mi duda.

Aún lo es.

Sábado en la tarde. Se puso un vestido negro que combinaba con su cabello, todo terso y a la vez curvilíneo. Me percate de la sencillez en su maquillaje y lo brilloso de sus labios. Presentí una atracción física inmediata. Pero no carnal. Era algo emocional. Una sensación de que su personalidad florecía con su apariencia, al punto que ese complemento traslucía su fiel esencia. Ahora, la podía ver mejor que por teléfono. Por ese día, ella sería mi acompañante. En voz, presencia y con toda su naturalidad.

La luna evocaba la felicidad del evento. La familia estaba contenta. Los invitados disfrutaban del trago, la música y la alegría de una pareja casada. Y tras de un antifaz, ella personificaba su ser y también un álter ego. Una dualidad que me hacia dudar pero que a la finales aumentaba la diversión para ambos, mientras el baile y la dicha se conjugaban en deslizantes movimientos. Y los recuerdos de la misa, de la cena, de los brindis y de las conversaciones, antes de ese momento, transitaban por mi mente. Fotografías eternizaban la noche de celebración y resguardaban el atentado de un posible olvido. Ella y yo ya no éramos extraños. Nos convertíamos en algo más. Aún sin nombre, pero no éramos desconocidos. De eso estaba seguro.

Y hoy, la pregunta se mantiene. Ha pasado Navidad y Año Nuevo, y la cercanía volvió al comunicado telefónico o virtual. En tanto, el registro fotográfico y audiovisual contienen las imágenes de aquel día. Y al pensarlo bien, es interesante como en un particular lapso de tiempo, chico puede conocer a chica y atreverse, ver qué pasa. Un momento de entretención puede dar el comienzo de una relación o simplemente desconectarse. Sólo se debe sentir y decidir. Atreverse o seguir adelante. Dejarlo pasar o recoger la experiencia en busca de una segunda ocasión. Un sí o un no. Determinación personal. Dos posibilidades, dentro de muchas… ¿Qué hacer?

Pienso y es mejor no preguntarse. Ella está presente. Se siente cerca estando lejos. Y más todavía si el azar conduce a la muchacha hacia el norte. Aun cuando es una oportunidad merecida, existe un poco de pena también. Muchas veces la distancia conlleva al olvido. Al no recordar. Y a dejar que el viento estival disipe buenas vivencias. Sin embargo, este caso es distinto. La sonrisa de fotografía me dice que estaremos en contacto. De una forma u otra. Por lo mismo gracias… Gracias por ser mi acompañante.

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